30 artistas colombianos interpretan la novela Ritual de títeres



La Galería La Escalera (Cra. 19 C No. 86 A - 59. Antiguo Country, Bogotá), acogiendo la propuesta de Fabiola Flórez, Nicolás De la Hoz, Fernando Maldonado y Eduardo Esparza, de interpretar episodios o imágenes de Ritual de títeres de Gonzalo Márquez Cristo, apoyada febrilmente por varios de los más prestigiosos artistas colombianos, rinde tributo a esta novela de culto, que acaba de cumplir veinte años de publicada, exhibiendo la perturbadora muestra de las 30 obras que nos adentran a su esencial universo literario.
Este hecho sin precedentes, donde una legión de virtuosos artistas, se sumerge en las decisivas palabras de uno de nuestros más destacados creadores, permanecerá en nuestras paredes entre el 8 y el 23 de noviembre de 2012, y será testimoniada en un bello catálogo, para el placer de los amantes de la plástica y la poesía, y por supuesto de todos los confabulados.



Los artistas participantes son:

Pedro Alcántara Herrán • Jim Amaral • Marlén Amaya • Rosenell Baud • Gastón Bettelli • Luis Cabrera • Manolo Colmenares • Nicolás De la Hoz • Eduardo Esparza • Fabiola Flórez Roncancio • María Victoria García • Roshi Gómez • Martha Guzmán • Filomeno Hernández • Germán Londoño • Ángel Loochkartt • Fernando Maldonado • Guillermo Melo • Octavio Mendoza • Patricia Ortega • Dioscórides Pérez • Camilo Pinto • Jaime Pinto • Jairo Pinto • Augusto Rendón • Patricia Tavera • Sergio Trujillo Béjar • Ricardo Villegas • Armando Villegas.

Homenaje a clásicos del erotismo


El juego de la interpretación
La gran exposición en homenaje a los clásicos del erotismo, El Juego de la Interpretación, donde participarán 21 de los más importantes artistas colombianos, se inaugurará el jueves 31 de Mayo de 2012 en la Galería Alonso Arte (Calle 85 No 11 – 53, Bogotá) y estará abierta hasta finales de junio. Allí se podrán contemplar las obras originales que a continuación registramos, de los prestigiosos participantes en esta convocatoria plástica y lúdica del periódico virtual Con-Fabulación:
Pedro Alcántara Herrán ("Vulva. Estudios sobre la mecánica de los músculos de los orificios del cuerpo” – Homenaje a Leonardo Da Vinci), Jim Amaral (“Trisonami” – Tributo al fresco Tumba de los Toros de Tarquinia), Gastón Bettelli (“Roco / Pop para François Boucher” – Inspirado en Heracles y Omphales), Luis Cabrera ("En la oficina de Edward Hopper”), Gilberto Cerón (“Cómplices” – Homenaje a Gabrielle D’Estrées y su hermana), Manolo Colmenares (“Homenaje al Beso” – Tributo a Rodin), Nicolás De la Hoz (“Venus Anadiómena” – Celebrando a Tiziano), Rafael Dussan (“Un abrazo para Schiele”), Eduardo Esparza (“Ecosistema para Leda” – Homenaje a Leda y el cisne de Miguel Ángel), Carlos Granada (“Homenaje a Epifanio Garay”, inspirado en La mujer del levita), Germán Londoño (“Amantes” - Homenaje a Odalisca con esclava de Ingres), Ángel Loochkartt ("Pensando en Munch” – tributo a Pubertad), Fernando Maldonado ("Venus de la pantalla" – Homenaje a Velásquez), Adriana Patiño (“La tempestad del alma" – interpretando a Kokoschka), Dioscórides Pérez (“El samurái y las mujeres del loto negro” - Homenaje al Cuaderno de los pequeños patrones), Augusto Rendón (“Homenaje a Hendrickje” de Rembrandt), Leonardo Rodríguez Sirtori (“La mica” – Tributo a Paula Rego), Edilberto Sierra (“Fagocitosis del imaginario” – Homenaje a Las tres gracias de la Escuela de Pompeya, obra anónima), Sergio Trujillo Béjar (“El fin del mundo” - Celebrando a Courbet), y Armando Villegas (“Judith y Holofernes” - Homenaje a Klimt).  
La exposición puede verse en ARTISTAS COLOMBIANOS

Gran encuesta colombiana de Artes Plásticas: Los 50 elegidos


Resultados de la gran encuesta del Museo Arte Erótico Americano MaReA y Con-Fabulación Periódico Virtual sobre artes plásticas, realizada durante las últimas 8 semanas (diciembre 14 de 2009).

Entre 439 listas enviadas por los más sobresalientes artistas, intelectuales, críticos, escritores y hedonistas colombianos elegimos los 50 creadores que más obsesionan a nuestros confabulados. Aquí están pues, los 50 imprescindibles, los elegidos: el ejército sublime.

1) Alejandro Obregón: 252
2) Luis Caballero: 221
3) Fernando Botero: 196
4) Débora Arango: 142
5) Edgar Negret: 125
6) Armando Villegas: 119
7) Ángel Loochkartt: 109
8) Jim Amaral: 101
9) Leonel Góngora: 99
10) Juan Antonio Roda: 92
11) Eduardo Ramírez Villamizar: 90
12) Andrés de Santa María: 85
13) Epifanio Garay: 83
14) David Manzur: 82
15) Enrique Grau: 81
16) Darío Morales: 80
17) Omar Rayo: 76
18) Rodrigo Arenas Betancourt: 75
19) Carlos Granada: 68
20) Guillermo Wiedemann: 67
21) Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos: 65
22) Pedro Nel Gómez: 65
23) Pedro Alcántara Herrán: 58
24) Gonzalo Ariza: 52
25) Fernando Maldonado: 47
26) Doris Salcedo: 46
27) Ignacio Gómez Jaramillo: 42
28) Ricardo Acevedo Bernal: 42
29) Santiago Cárdenas: 41
30) Augusto Rendón: 40
31) Feliza Bursztyn: 39
32) Juan Cárdenas: 37
33) Heriberto Cogollo: 36
34) Darío Ortiz: 34
35) Carlos Rojas: 33
36) Oscar Muñoz: 31
37) Olga de Amaral: 30
38) Bernardo Salcedo: 29
39) Lucy Tejada: 28
40) Germán Londoño: 27
41) Lorenzo Jaramillo: 26
42) Miguel Ángel Rojas: 26
43) Rómulo Rozo: 25
44) Alfredo Araújo Santoyo: 23
45) María Teresa Hincapié: 22
46) Eduardo Esparza: 21
47) Álvaro Barrios: 20
48) Manuel Hernández: 19
49) Jesús María Zamora: 18
50) Nicolás de la Hoz: 17

Con numerosa votación pero sin alcanzar el umbral necesario para estar entre los elegidos quedaron los artistas: Gregorio Cuartas, Manolo Colmenares, José María Espinoza, Leonel Estrada, Norman Mejía, Luciano Jaramillo, Augusto Rivera, Carlos Correa, Luis Alberto Acuña, Roberto Pizano, Jorge Mantilla Caballero, Leo Matiz, Umberto Giangrandi, Ricardo Borrero Álvarez, Darío Jiménez, Carlos Salas, Nadín Ospina, Alipio Jaramillo, Luis Luna, José Antonio Suárez, Antonio Samudio, Gaston Bettelli, Dioscórides, Saturnino Ramírez, Gilberto Cerón, Hernán Díaz, Cecilia Porras, Edilberto Sierra e Iván Rickenmann…

ALEJANDRO OBREGÓN


(Barcelona, 1920 - Cartagena 1992). Desde su niñez vivió en Barranquilla. Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Boston y en la Llotja de Barcelona. Al regresar de España en 1944 participó en el V Salón Nacional de Arte con gran éxito. La crítica denominó a su mundo "expresionismo mágico".
Su obra contempla algunas fases decisivas. Al comienzo fue naturalista y en ocasiones expresionista. A partir de 1947 exploró el cubismo, donde una perspectiva singular reinó en sus composiciones. A comienzos de la década del sesenta Obregón alcanzó la fuerza de su estilo. Su consagración no se hizo esperar y ganó en dos ocasiones el primer premio de pintura del Salón nacional (1962, 1966), con su cuadro "Violencia" e "Icaro y las avispas", respectivamente. Maestro del óleo en sus comienzos, se dedicó en su última etapa al acrílico, lo cual para algunos estudiosos “lo que ganó en libertad formal lo perdió en poder expresivo”.
Pintor de la violencia, pero también del sueño, es una de las piedras angulares del arte realizado en Colombia. Fascinado por la pintura mural, realizó obras de gran reconocimiento en el Senado de la República y en la Biblioteca Luis Ángel Arango.

ALFONSO FERRO

Artista colombiano (septiembre de 1965), radicado en México su obra es una gama de motivaciones estilísticas que van desde la libertad de la pincelada abstracta que sabe hacerse emotiva y atropellada pasando por la abstracción controlada con regusto constructivista, Maestro en Artes visuales de la unidad de postgrados de la UNAM, es poseedor de una especie de figuración narrativa de acento conceptual, cuenta con un gran número de exposiciones desde Quito hasta New York City, su pintura, es una práctica central que se extiende a la instalación (La Madona de la Paz), la cerámica (La Familia) y la escultura (Toro) y en todos maneja un discurso personal y contemporáneo. 

ALFREDO VIVERO

El espíritu del guerrero
Por Gustavo Tatis Guerra

Frente al lienzo en blanco él ha cerrado los ojos para contemplar la espléndida y dolorosa epopeya de América.
Alfredo Vivero ha visto como quien persigue el secreto de unas huellas borradas por el viento, el corazón oculto de la cordillera, el latido de la llanura y la profunda soledad de la selva, para encontrarse con el rostro iluminado del hombre antiguo, para descifrar su cántaro roto, su corazón sacrificado, para mirarle los ojos al jaguar, para escuchar la voz de la tierra del Quetzal y la Anaconda.
Ha venido a descifrar los códices mancillados de los sabios indígenas mayas sobre tiras de piel de animal o corteza de árboles, como quien lee en la más alta y aventajada escritura indoamericana iniciada por los zapotecas en el primer milenio antes de Cristo. La mayoría de esas escrituras fueron quemadas por sacerdotes españoles temerosos de que aquello fuera una obra del demonio. No es cierto que el continente haya sido una geografía sonámbula en busca de civilización, como lo percibía un pintor español sembrado en el Caribe. Los deseos y los misterios de la vida ya estaban escritos, graficados y reelaborados en jeroglíficos en el Siglo XVI antes de la llegada de los españoles.
Ha visto el rostro de niño viejo en el corazón sereno de una planta yucateca como una flor abierta. Algo de misterio de ultratumba ha encontrado en esa figura que parece dialogar con los vivos. La figurilla de Jaina como el alma dormida de un dios está en el centro de una Aracere, planta de las selvas yucatecas.
Algunos creen que se trata del dios viejo Pahuatun. Él ha cerrado los ojos para escuchar el murmullo de las hojas de las ceibas gigantescas, árboles sagrados de los mayas, y para nutrir de color los movimientos del tiempo. Ha vuelto a ver dentro de sí mismo a los guerreros emplumados. El guerrero emplumado aparece en sus visiones interiores y lo pinta en uno de sus óleos. Es Moctezuma que aparece con plumas de quetzal y collares de turquesa y jade. Está sentado en posición meditativa, y el dorado esplende sobre su cabeza. Más que un guerrero en reposo, su aura es la de un ser trenzado con la tierra y el universo y con un alto sentido de lo sagrado. Los símbolos que le rodean magnifican su expresión.
El artista logra descifrar el sentido del color en las culturas precolombinas, descubrir que lo mítico y lo mágico son metáforas de la existencia, referentes del ser en su relación cotidiana con el cosmos. Su pintura hibrida lo abstracto y figurativo, y logra trascender la orilla simbólica de lo local hacia lo americano y universal, permitiendo una lectura profunda del espíritu genesíaco del continente. La suya cuestiona la mirada limitada, sesgada y prejuiciada hacia las culturas indígenas.
«El conocimiento del pasado americano nos permite saber que muchas de esas culturas llegaron a desarrollarse tanto como cualquiera de las grandes culturas del mundo que han sido paradigma y canon del comportamiento humano», señala Alfredo Vivero. A esas profundas orillas del tiempo se ha asomado el artista.


Alfredo Vivero. Nació en 1951 en Corozal (Sucre), Colombia. Estudió arquitectura en la Universidad la Gran Colombia. Recibió la Orden Civil al Mérito José Acevedo y Gómez (2004), y fue condecorado en 1991 por Colcultura con la orden Mariscal Sucre. Ha realizado portadas para varias revistas y calendarios.
En el año 2004 expuso en Latin American Artist Studio bajo el título Magia, mito y leyenda, en San Diego, California, muestra que anteriormente presentó en Bogotá, Ibagué, Sincelejo y Miami (Contemporary Art Foundation Gallery). Ha realizado las exposiciones: Ficciones (1986), Laberintos del silencio (1983), Resurrección del mito (1982), Canción de la vida total (1981), Sueños (1980). En 1996 fue seleccionado por Adpostal para edición de cuatro estampillas con la serie Mitos y Leyendas de Colombia. Ha realizado los murales: Visa deportiva (Parque Jhon F. Kenedy, Bogotá, 1984); Schin-Ghui-Tai (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1982); El hombre nuevo (Catedral de Corozal, 1981); El testigo (Círculo de Periodistas, Bogotá, 1981).

ÁLVARO BARRIOS

(Cartagena, 1945). Cursó estudios de artes en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla y arquitectura en la Universidad del Atlántico. Posteriormente realizó cursos de Historia del Arte en en Perugia y en la Fundación Giorgio Cini de Venecia. Se ha desempeñado como catedrático de arte en varias universidades.
Artista de gran versatilidad, ha trabajado composiciones surrealistas, conceptuales y pop en sus cuadros. Como dibujante notable ha involucrado elementos del comic en su obra. Según sus palabras “todo el arte contemporáneo ha dejado improntas en su universo pictórico”.
Entre sus más notables exposiciones señalamos: Galería Marta Traba, Bogotá (1968); Museo de Arte Moderno, Cartagena (1987); Museo La Tertulia de Cali (1969, 1980 y 1990); Museo de Arte Moderno de Bogotá (1967, 1968, 1977, 1986 y 1999), y Museo Nacional de Buenos Aires (2000).
Ha participado en las siguientes exposiciones internacionales: VII Bienal de Paris (1971); IX Bienal de Tokio (1974); XIII Bienal de Sao Paulo (1975). Recibió la Medalla de Oro de la IX Bienal de Tokio (1974); el Premio de la priemra Trienal Latinoamericana de Grabado, Buenos Aires (1979), y el Premio Luis Caballero, Galería Santafé, Bogotá (1998).
En 2001 obtuvo el Premio Latinoamericano de Pintura y Técnicas Mixtas de la primera Bienal de Buenos Aires, Argentina con su serie “Los Cincuenta Caminos de la Vida"


ANDRÉS DE SANTA MARÍA



Andrés de Santa María. (Bogotá, 1860 - Bruselas, Bélgica, 1945). Es reconocido como el más importante artista impresionista colombiano. Estudió en Bruselas primaria y secundaria en París. En esta última ciudad, conoció a varios maestros del impresionismo, como Claude Monet, que determinarían su búsqueda pictórica. Al regresar a Colombia fue nombrado director de la Escuela Nacional de Bellas Artes durante 1904. Ese mismo año realizó su primera exposición de trascendencia, muestra que tuvo excelentes comentarios por parte de Baldomero Sanín Cano, y desde ese momento gozó de gran prestigio. Sus óleos: Lavanderas del río Sena, Los Fusileros y La niña a caballo, fueron algunas de sus obras expuestas, que alcanzarían un amplio reconocimiento posteriormente. En 1936 expuso en Bruselas y posteriormente en Londres. En 1945, mientras vivía en su exilio voluntario en Bélgica, falleció víctima de una infección renal a la edad de ochenta y cinco años. En 1949 en el Museo Nacional, se organizó una retrospectiva en homenaje a su obra, y en 1971 el Museo de Arte Moderno de Bogotá, colgó un centenar de sus obras más representativas, que validaron su lugar fundamental en el desarrollo de la plástica nacional.

ANGEL LOOCHKARTT

La Ofrenda del Instante

Por Gonzalo Márquez Cristo

El artista pinta lo invisible para que nosotros podamos vernos, percibirnos, hallarnos, y el encuentro siempre está en la libertad, en la imaginación que nunca es sometida.
«Yo pinto para ser libre, es decir para no estar solo –dice Ángel Loochkartt–. Para compartir mi respiración y mi huella dactilar, mi taquicardia... Y para continuar pegado a mi sombra».
Comprometido a rastrear sus obsesiones, a mostrar personajes del color local, a consagrar sus más intensas soledades, el pintor se aventura a seguirse, y así instaura la alianza: adivina nuestra geología interior. «No es posible buscar afuera, imitar arquetipos. Es necesario adentrarse. Pues la obra impuesta por lo establecido, que pinta el rostro del presente, desaparece con él».
Loochkartt sigue descubriendo, guiándonos a sus revelaciones incesantes. En los últimos años ha ampliado el espectro de sus temas e incluso ha buscado el cuadro total: óleos con numerosos personajes escenifican en forma casi cinematográfica su fuerza imaginaria. El color encuentra nuevas luces, la forma es más compleja y eficaz. «Lo importante es crecer hacia abajo, enraizarse, hacerse abisal, extenderse en las profundidades».
El arte es riesgo para el creador barranquillero, danza sobre la cuerda floja. Cada verdadera pintura esconde nuestros próximos ojos, funda el horizonte de nuestra mirada futura, y como en el relato Zen es posible observarla en la más densa oscuridad.
«Hay que ir siempre en contravía sin estrellarse, accidentando los colores, hiriendo las formas establecidas, extraviando lo que nadie ha perdido, para poder observarnos sin necesidad de los espejos».
Si en el surrealismo ver significaba imaginar, para Loochkartt es existir y de ahí su vinculación con el tiempo. Su pintura representa algo que está por suceder. Sus figuras se mueven como en el sueño, muestran la estela de su transcurrir. Y así como el fotógrafo persigue el instante irrepetible, él lo produce, lo provoca, y todos los elementos de sus cuadros quedan al acecho de su posibilidad existencial, aguardan como felinos el último signo para el salto. Asistimos muchas veces a la poética del abismo.
Sus magistrales dibujos tienen el poder del ritmo, de lo sensual. Sus trazos en forma de herradura son reflexivos, luminosos, como en el Retrato hablado de Cristo o en sus singulares creaciones sobre la violencia, ahora revisitadas por la crítica. Su obra es una forma de descifrar el tiempo, de cautivarlo. En sus figuras eróticas percibimos el curso del deseo, en sus bodegones podemos ver al viento, escucharlo... Los ángeles –tan frecuentes como perversos en su corpus estético– de repente deciden detenerse, el gato Odiseo irrumpe sobre la mesa del artista tumbando sus pinceles, una mujer se desnuda sabiendo que un niño la contempla.... La lúcida provocación se alterna con la suspensión de lo onírico.
El artista también testimonia el espíritu del lugar. Su exploración sobre nuestra realidad es vasta y los temas de su pintura diversos. De los controvertidos travestis y hampones, puede ir con facilidad a sus bodegones de frutas tropicales o a la prolífica serie de Congos y Marimondas del Carnaval de Barranquilla; de los desplazados a los perturbadores ángeles músicos, y así mismo a los retratos de bellas damas que constituyen sus exposiciones: Perdidas en el tiempo y las Amadoras de Bolívar.
Si a veces la sombra cae sobre el color para expresar la desolación, si reina en la carnavalesca decadencia, si propiciando el deseo muestra su desgarradura, también cuando su pintura se ocupa del día es voluptuosa y las frutas de sus bodegones son carnales, despliegan un erotismo solar.
Cultor de la noche, cree que siempre el ocultamiento conduce a una revelación, que lo prohibido nos fundamenta más que lo permitido, y que la sociedad sólo festeja para destruir. La provocación, la rebeldía, es su actitud intransigente, «sólo aquello que me pervierte existe, es».
Para Loochkartt el arte es una descarga que modifica la mirada, un combate sin tregua contra la moral impuesta por el poder. «El erotismo es la propuesta esencial del hombre, la fuerza dadora del latido, el sí vital».
Su obra, como la de los llamados Expresionistas Colombianos (Góngora, Granada, Giangrandi, Alcántara, Rendón, Samudio) recuerda el verso del gran poeta francés Yves Bonnefoy: «La que destruye al ser, la belleza, será torturada». Y es allí, en su crítica a los cánones establecidos, en su aparente destrucción, donde se renueva, donde hallamos la belleza en lo más precario y marginal. Lo condenado, lo proscrito, los bajos fondos, son una veta de inspiración, o como lo ha dicho el pintor, de respiración, de opción de vida. «A mí no me ha pasado sino lo imposible, lo que ocurre a todos los hombres y pocos pueden advertirlo».
Su arte es una conciliación con las adversidades de la naturaleza, con las arbitrariedades y esplendores de lo humano. Él no pinta, lanza su pintura contra el lienzo. Su óleo llueve, graniza en la tela. Es un artista de crueles desciframientos, de delirios, de barrocos espacios tridimensionales.
Las mujeres de cabello en forma de pagoda surgen con rasgos masculinos y los hombres se feminizan. Casi toda su obra es la consagración de la androginia, de la imagen esencial del ángel. También el universo lésbico está mágicamente narrado en su serie de formato circular: Hábitos eróticos de las mujeres etruscas.
Si Malraux pensaba que el arte no es una religión sino una fe, Loochkartt podría cambiar de religión pero no de dios, y buscar diversos ángeles, hasta hallar aquel que no le dé la espalda al mundo.
El verde y el rojo son asiduos en su movimiento interior. El color flota sobre la forma, se desplaza, se desprende de la figura.
«Las manzanas de Cézanne son bellas por aquello que las distancia de las frutas verdaderas ¿Quién hallará el sitio dónde ocultó Picasso los azules? ¿Quién sabe dónde se esconde el amarillo? ¿Qué color me buscará mañana?», lo escucho decir en mi memoria...
¿Cómo creer después de Van Gogh que el sol no ha cambiado de lugar?

Ángel Loochkartt nació en Barranquilla en 1933. Estudió en Roma las técnicas de mural, pintura de caballete y grabado. En 1971 se vinculó al Departamento de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia. Entre los reconocimientos a su obra destacamos: el Primer Premio en el Salón Nacional de 1986, la Mención de Honor, Festival de Arte Azuza, California (U.S.A., 1961), y la Medalla Fundación Leonardo Da Vinci (Bogotá, 1977).


Obra suya en:

ANTONIO SAMUDIO

Antonio Samudio (Bogotá, 1934). Pintor y grabador, ha sido incluido por la crítica en el grupo Expresionista Colombiano, al cual pertenecen Ángel Loochkartt, Leonel Góngora y Carlos Granada; a pesar de que en su obra, no existe la tragedia ni la referencia a una realidad desgarradora. Estudió en la Facultad de Bellas Artes Universidad Nacional. En 1966 colgó su primera exposición en la Galería Arte Moderno de Bogotá. En 1968 viajó a Caracas donde presentó su obra en la Galería El Muro. En 1974 expuso en el salón Siglo XX de Quito, Ecuador. En 1977 en la Galería Arte Autopista de Medellín. En 1989 presentó su trabajo en la Galería Belarca y en 1990 un conjunto de sus grabados fueron exhibidos en el Museo Rayo de Roldanillo. Su obra se ha caracterizado por su indagación en el humor y es notorio el refinamiento en el uso de colores pasteles. Ha publicado los libros: Libraco de Grabados (1986), Tríptico de Comala (1986), País en Mezzotinta (1996), Teatro de Sombras con Cesar Vallejo (2002) y Cuadros de una exposición (2002).

AUGUSTO RENDÓN


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"Sueño del artista invisible". Obra de Augusto Rendón
 El artista invisible: Entrevista con Augusto Rendón
Por Gonzalo Márquez Cristo

—Estoy muy conmovido, me ocurrió algo fatídico, sin embargo creo que fue Cioran quien dijo: “Si la muerte no fuese una solución ya le habrían encontrado el remedio”, pensamiento justo y luminoso —afirma Augusto Rendón ingresando a su sala en una túnica blanca y sandalias, y abriendo una botella de whisky sin preámbulos innecesarios.
—No comprendo su desolación, pero así se comienza un reportaje verdadero, no se imagina cuántas veces he perdido el tiempo con pintorzuelos que pretenden conversar durante horas al ritmo adocenado del agua.
Rendón sonríe y se sienta en una mecedora señalando el horizonte de una tormenta que se avecina.
—Me ocurrió algo muy doloroso la semana pasada: mi perra dálmata Urania, murió luego de leer mi mente durante una década y media. Ahora me encuentro a merced de los seres humanos… Realicé el ritual del adiós pues tengo un gran respeto por el fin, estado profundamente necesario, y hasta ahora estoy sobreponiéndome. Las religiones se sirven de la arrogancia del hombre y comercian con sus ansias de inmortalidad, pero por suerte somos perecederos. La muerte es benéfica, no podemos olvidarlo. El cristianismo y todos los credos monoteístas son catastróficos. Es curioso pensar que los paganos, eran en la antigüedad los campesinos, aquellos ingenuos seres que en los bosques (los pagus) o fuera de las aldeas, no habían sido catequizados y seguían adorando libremente a sus dioses totémicos….
—Al contemplar su obra es notorio el interés por los temas bíblicos, y lo que es paradójico, por el ateísmo. Son numerosas las figuras religiosas que lo han trastornado…
—La Biblia, es el libro de los despropósitos. En el Antiguo testamento ocurren más injusticias por página que en un noticiero televisivo de un país tan ultrajante como Colombia. Pensemos en el pobre Job a quien una divinidad perversa somete a sus caprichos, arrebatándole lo que más ama tan sólo para probarlo. Y recordemos a Lot, quien canjea sus hijas por dos desconocidos que hospeda en su casa y que pretenden ser violados por la turba colérica de Sodoma… Son múltiples los ejemplos…
—¿Le debemos algo benéfico a las religiones?
—Desde luego, el gran arte religioso que nos enseñó el cuerpo de los ángeles, esas figuras perturbadoras carentes de sexo que imponen una de las formas más extrañas de la feminidad.
En la pared central de la sala una excitante Cleopatra pintada al acrílico cena con Rendón sin advertir la presencia de una cobra que vigila en un cesto.
—El arte desde la época de las cavernas hace soñar. Ese es su objetivo primordial, gracias a él he podido compartir con Cleopatra, con Judith y Salomé, y con algunos especímenes femeninos bellos y atemorizantes.
Levantamos los vasos para brindar.
—Sé que su acercamiento al arte partió de la contemplación de algunas imágenes religiosas…
—En especial la Magdalena penitente de Tiziano. La primera versión fechada en 1533, que hoy se encuentra en el Palacio Pitti, es de una fuerza erótica ejemplar. Yo tenía ocho años cuando espiaba por una ventana la casa vecina tan sólo para ver una reproducción de esa imagen extática con los senos al descubierto, entre su larga y ondulada cabellera...
—¿Cree que el erotismo requiere de una prohibición para nacer, que es el salto sobre el interdicto?
—Sí, el erotismo es otra de las pocas dádivas de las religiones, la más fascinante. Es la fuerza que transgrede un dogma. He pintado a la bella y casta Susana bañándose, que en el Libro de Daniel es perseguida por unos viejos sórdidos, quienes primero la contemplan en su ceremonia acuática y luego la condenan a muerte por no aceptar sus propuestas. Es una de las situaciones más obsesionantes del arte pues ha sido recreada por Rembrandt, Rubens, Gentileschi, Van Dick, Tintoretto, Altdorfer, Guercino, El Veronés…
—¿Y Judith y Holofernes?
—He pintado a esta pareja desdichada varias veces. Es un episodio inverosímil como tantos del Antiguo testamento, pues no puedo creer que una mujer judía pudiera entrar tan fácilmente a la tienda del poderoso general asirio para decapitarlo. Algo se insinúa entre ellos, fue entonces otro gran amor decapitado.
El vendaval azotaba un edificio vecino en construcción. Un remolino de polvo ascendía temerario. Nos acercamos a la ventana para contemplar el poder circular del viento que levantaba hojas y papeles, y hacía temblar los cristales. La tempestad era atronadora. El oro del whisky atemperaba nuestro ánimo.
—Cuando estudió en Italia pudo recorrer ese país… Para los cultores del arte, Pompeya, la licenciosa ciudad romana sepultada por la erupción del Vesubio en el año 79, que sorprendió a los habitantes en su cotidianeidad, en su intimismo, convirtiéndolos en esculturas de piedra, es una de las ciudades sagradas del erotismo…
—El artista es ante todo un voyeur. La Villa de los Misterios de Pompeya marcó mi vida sexual y de alguna manera mi expresión artística. Sus frescos son magníficos. Los ritos cruentos en homenaje a Venus, el sadomasoquismo, los seres humanos esculpidos por el fuego, son indescriptibles. Esa ciudad, que alguna vez estuvo tan viva como pocas, fue destruida en segundos y aún conserva la fuerza de su erotismo, el vigor de la fascinante danza del amor y la muerte. Era un pueblo vibrante. Allá nadie estaba solo, o tal vez únicamente Plinio El Joven, quien por eso abandonó ese lugar febril y pudo salvarse para narrar la crónica de esa erupción colosal. El rojo y el amarillo de esas pinturas no he podido olvidarlos jamás. Al caminar por sus ruinas me quedó la sensación de que la esencia del hombre no ha cambiado, que sus búsquedas sexuales y estéticas son casi idénticas, y que los cambios o progresos se dan tan solo en el terreno formal, nunca en su interior...
—¿Hay algún pintor del universo erótico que le sea imprescindible?
—Varios… Tiziano pintó a Dánae y la Venus de Urbino, Modigliani otras provocadoras obras maestras, Durero su Adán y Eva, Caravaggio a Judith y Holofernes… En la recreación de los episodios mitológicos y religiosos es donde el erotismo reina en todo su esplendor.
Los relámpagos marcaban nuestros rostros. Por la ventana la ciudad comenzaba a encender sus luces. Rendón se levantó para servir un nuevo trago, luego señaló una avenida que se extendía hacia el occidente en forma de Árbol de Navidad.
—Y, retomando el tema bíblico, ¿ha pintado a Jesús…?
—En tres ocasiones y con algo de ironía. Una vez lo dibujé bebiendo Coca Cola. En otra ocasión lo plasmé con taparrabo, también tengo una versión donde aparece con un brazo desprendido de la cruz. No comprendo cómo una religión puede ser tan cruel para postular que la redención está en el sufrimiento...
—El diablo también es una imagen de gran poder en el arte…
—Este personaje simpático y pintoresco ha despertado la imaginación de extraordinarios creadores. Es una figura omnipresente en nuestra vida pues nos inculcan su imagen terrorífica desde la niñez. Le debemos a Luca Signorelli una de sus representaciones más exquisitas, también El Bosco se aproximó a su figura perturbadora. El fascinante Macho cabrío de Goya es insuperable… No le perdono al cristianismo el haber usurpado la imagen de los faunos, o la del dios Pan, hermosa figura de la fertilidad y de la fiesta, para convertirlo en ese ser aciago productor del mal.
—Goya anima su pintura. La carga de los mamelucos y Los fusilamientos de la Moncloa lo sitúan como uno de los precursores del Expresionismo, territorio sensible que usted habita; además la serie de grabados Los desastres de la guerra es una referencia imprescindible de su arte…
—Sí, Goya, el visionario. Las catorce obras que han sido nombradas como sus pinturas negras son de una poesía desgarradora... Cuando regresé de Florencia donde estudié durante la década del sesenta pintura mural y grabado, me vinculé a la escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, y lo primero que hice fue reparar una prensa que estaba hibernando y comencé a plasmar bajo la técnica del aguafuerte y la punta seca, toda mi imaginería de seres asediados por la violencia, y sin duda Francisco de Goya, me dictó algunas de mis pesadillas gráficas.
—Podría decirse que resucitó el grabado en nuestro país, ¿aún lo ejercita?
—Sin la misma disciplina que antes, aunque en este momento trabajo poco el aguafuerte pero bastante el linóleo. Recuerdo con hilaridad que una vez nos invitaron, a Umberto Giangrandi y a mí, a un programa televisivo, porque querían rendirle tributo a los oficios de la aguja, y como nosotros trabajamos con esa herramienta para realizar los grabados, fuimos exhibidos allí como unas dulces costureras, ¿quién podrá creerlo?
—Durante la década del sesenta la violencia encontró su expresión pictórica en Colombia, sin duda por un sentido político que se vinculaba por entonces a todas las manifestaciones humanas…
—Durante esos años advertimos que el país se convulsionaba, se desangraba. Nuestra aventura estaba en realizar obras que contaran la realidad aciaga con un gran sentido estético, pero la motivación era testimoniar la injusticia. Goya no quería hacer un cuadro bonito al pintar Los fusilamientos sino denunciar el genocidio de las tropas francesas durante la toma de Madrid... A manera explicativa recuerdo que cuando Picasso pintó el Guernica, cenit del sentido político que puede alcanzar una obra de arte, un nazi le preguntó: “¿De manera que usted hizo esto?”; a lo que el genio andaluz le respondió: “Yo no, ustedes hicieron esto”.
Interrumpimos el diálogo para escanciar la bebida dorada. Rendón habló de esa metáfora que une al agua con el sol en el whisky, del maridaje con el fuego. “El color de la tormenta, ese es el que me gustaría hallar muchas veces”, dice atribulado. El viento se mostraba amenazante. Nos acomodamos para mirar hacia el horizonte convulso.
—Cree que algunas veces la violencia es una manifestación erótica…
—Sí, en lo que atañe a Sade o Sacher Masoch e incluso en las posibilidades contemplativas del arte. Pero cuando se trata de una avanzada política o militar, cuando los más indefensos se vuelven un objetivo de castas tiránicas, allí la posibilidad sensual o erótica se me escapa. Con Alejandro Obregón y otros artistas que trabajábamos este tema en forma sistemática, realizamos hace cuarenta años una exposición en Puerto Rico denominada Testimonios. Y allá, en esa pacífica isla tropical la muestra tuvo gran repercusión, pero en Colombia, cuna de aquellos improperios que describíamos en nuestra pintura, los medios se negaron a registrar la exhibición por considerarla subversiva.
—Como vigía de esa época de sustanciales cambios ¿cree que Obregón orquestó una fractura sin precedentes en el arte realizado en Colombia?
—Él inauguró la pintura colombiana; habíamos tenido buenos artistas pero que trabajaban con formas del pasado; en otras palabras: sólo habíamos tenido traductores del arte universal, pero nada verdaderamente nuestro… Claro que él venía de la estética de Antoni Clavé, porque uno siempre tiene un padre… Hasta Picasso tenía un progenitor…
—O varios… aunque Cézanne y Van Gogh sean los más referenciados...
—Bueno, Picasso asaltó todo… Él decía que “el artista es un coleccionista pobre”, porque debe pintar lo que no puede tener. Ahora me pregunto si quería tener la Monalisa cuyo homenaje cubista es tan inquietante y si deseaba tener en su casa la Maja desnuda de mi querido Goya cuya versión picassiana es tan desafortunada, tan vacía, tan carente de sensualidad.
—Hay uno o varios matices que se ensañan con los pintores. Van Gogh, dijo: “Yo lo único que he hecho es buscar el azul” y tal vez por eso encontró el amarillo, el color antinómico…
—De hecho hay unos colores que me deslumbran: el azul cerúleo y los verdes tierra... Admiré en 1990, en el centenario de la muerte de Van Gogh una completa retrospectiva que se realizó en Holanda. Allí volví a ver su color demencial y sus extraordinarios dibujos, en los cuales no me había extasiado antes, escondidos por el magnífico poderío de su color. Van Gogh es tan armónico como atormentado y pintó casi mil cuadros en diez años. Cuervos sobre el trigal es del año de su muerte. Pero nos queda el interrogante sustancial, pues si para ser buen pintor tenemos que sufrir tanto preferiría ser buen tendero.
—En la Carta 418 Van Gogh responde lúcidamente así a una crítica que le transmite Theo: “Dile a Serret que encuentro las figuras de Miguel Ángel admirables, aunque las piernas sean demasiado largas, los muslos y las caderas demasiado anchos. Dile que a mis ojos Millet y Lhermitte son verdaderos artistas, porque ellos no pintan las cosas como son, de acuerdo con un análisis somero y seco, sino como ellos, lo sienten…”
—Es un pensamiento irrebatible… Miguel Ángel no era buen pintor siendo el mejor dibujante, y así como era un escultor inalcanzable debemos aclarar que deformaba la anatomía, que pintaba a las mujeres con musculatura masculina, que sin duda las caderas de sus mancebos son muy anchas como dice Van Gogh, y que si observamos esa obra maestra llamada La noche, cuya imagen tengo pegada en la puerta de mi estudio, notaremos que provocaba errores que fortalecían su arte. Allí viola la norma anatómica de que en una pierna doblada el talón debe dar en los glúteos. Debemos pensar que este artista grandioso hacía a propósito estas distorsiones, porque sabía que el arte no debe representar la realidad sino inventarla.
—Recuerdo la frase categórica de El Greco: “Miguel Ángel era un hombre digno, lástima que fuera tan mal pintor”, que fundamenta la división de aguas del dibujo y la pintura. El Greco visitó la Capilla Sixtina a su regreso de Venecia, lugar donde comenzó el color a separarse del dibujo…
—Es cierto, ser pintor consiste en ser colorista y eso se aprendió en Venecia, décadas después de la explosión universal del arte que accionaron los florentinos. En otras palabras: los venecianos inventaron el color.
—¿Conoce la Capilla Sixtina después de la restauración?
—Produce una sensación contradictoria: es sublime e imperfecta. Cuando uno se para allí es inevitable pensar que Miguel Ángel inventó el comic.
—Y también la escultura de la contemporaneidad, sus cuatro Prisioneros se anticiparon algunos siglos…
—Esas piezas maestras que menciona me obligan a evocar una anécdota… En una ocasión con un pintor venezolano, mientras visitábamos la Galería de la Academia en Florencia, después de asombrarnos como siempre ocurre, por más veces que uno la visite, con el David de Miguel Ángel, contemplamos los Prisioneros, esas figuras tan polémicas por su condición inconclusa. Es de anotar que durante tres siglos se creyó que el artista no las había terminado por alguna contingencia, pero sólo en el siglo XX se comprendió que el genio las había dejado así, al descubrir que lo inconcluso tenía un atributo estético. Bueno, aquella vez habíamos bebido unos vinos y amparados en una euforia inolvidable le pedimos al guardia que nos llamara al director de la Galería, pues éramos artistas latinoamericanos y le teníamos una propuesta de gran importancia. Cuando apareció el adusto personaje le referimos nuestros estudios artísticos y pasamos a decirle con la mayor seriedad que nosotros, podíamos culminar esas obras que Buonarroti afrentosamente había dejado inconclusas, y que aún más, no cobraríamos nada, que todo lo haríamos por altruismo, pues nos parecía que un museo de esas características no debía tener piezas en ese estado tan lamentable… El tipo dio un paso hacia atrás alarmado, y después de superar el estupor, llamó a los guardias para que nos sacaran inmediatamente del recinto. La seguridad en pleno nos expulsó. Y nosotros, sin reírnos, abandonamos el lugar hablando de la incompetencia del director, y repitiendo estentóreamente en italiano: Eso nos pasa por filántropos, pero a quién se le ocurre exponer unas esculturas inconclusas en un museo de tanto prestigio…
El whisky giraba en el sentido estricto de las manecillas del reloj. Alarmados notamos que el hielo se acababa. Servimos los últimos “peces transparentes” como Rendón los denominó y nos levantamos con destino a la sala contigua donde el artista había preparado una exposición privada de su obra, y allí, arrodillados, fuimos admirando decenas de telas que yacían en el piso.
—¿No le parece que el siglo XX fundamentó la impostura en el arte y que tal vez sea necesario regresar al dibujo, a esa elemental técnica donde no es posible mentir?
—Sería consecuente hacerlo. El artista debe aprender lo básico antes de inventar artilugios. Es notorio que el lugar de la pintura y la escultura (dos artes adosadas al espacio), ha sido sustituido por el performance y el happening (dos expresiones esclavas del tiempo). También es evidente que sus cultivadores han especulado hasta la desesperación. El arte conceptual se basa en simples instantes ingeniosos pero eso no debe ser suficiente. Los artistas que comienzan, lo sé por mi prolongada experiencia pedagógica, se sienten como un corcho en un remolino y no saben que el arte no puede estar de moda porque entonces en pocos años tendríamos que buscarlo en el desván del olvido. Marcel Duchamp cuando hacía sus ready made jamás imaginó que dejaría una herencia tan vacía. Mi arte y el de mis compañeros de generación parece acorralado, y son pocos los canales que tenemos para divulgarlo. Excelentes artistas como Ángel Loochkartt, Carlos Granada, Leonel Góngora y Antonio Samudio, que me ejercitaron tanto en la vigilia, no alcanzan el espacio que se merecen ante la ceguera mediática. Las escasas galerías que todavía existen están dedicadas a lo decorativo, los salones nacionales optaron por lo conceptual. Yo por ahora, y mientras sigo incrédulo en la distancia las tendencias actuales, sólo puedo manifestar que estoy dedicado al Jurasik Art.
Rendón movía sin fatiga obras en ese escenario improvisado del piso y fueron habitando mis retinas: óleos de centauros y lascivos personajes bíblicos, mujeres despojándose ritualmente de su ropa interior y parejas comiendo uvas bajo la hoz de la luna, representaciones de masacres acaecidas en Colombia, grabados de caballos enfurecidos y esqueletos trenzados en una lucha más allá de la muerte, hasta que el artista se detuvo en un cuadro violeta de formato medio y separándolo de los otros dijo con voz trémula:
—Esta obra parece fruto de la hechicería. Al terminarla la cubrí con un barniz opaco y cual sería mi sorpresa al día siguiente cuando advertí que la imagen había desaparecido por completo. Trastornado por ese efecto extraño acudí a mi alquimia personal para retirarle el barniz y minutos después de pasarle la sustancia por la superficie la imagen retornó felizmente, sin embargo al secarse, de nuevo se esfumó. Con unos amigos incrédulos repetimos el truco ante una cámara de video y allí el milagro volvió a producirse, pero después de varias veces de repetir mi ceremonia la imagen regresó para quedarse, o eso creo; no obstante en ocasiones me produce cierto temor contemplarla, y aunque no soy supersticioso he pensado que un artista fantasmagórico borra a altas horas de la noche todo lo que yo hago...
—En Utopía de un hombre que está cansado de Borges —le comento—, el protagonista viaja al futuro donde un pintor le obsequia un cuadro, pero al retornar al presente observa que la imagen ha desaparecido y afirma en forma culminante:“En mi escritorio de la calle México guardo la tela que alguien pintará, dentro de miles de años, con materiales hoy dispersos en el planeta”.  
Quedamos en silencio por unos segundos ante la sentencia borgeana. Notamos que la entrevista llegaba a su fin. Antes de despedirme, y sin poder evitarlo, adquirí el óleo y lo dejé expuesto en mi sala al acecho de la magia. Sobra decir que durante la noche me levanté con sigilo varias veces para sorprender al invisible visitante que acostumbra a regresar para borrarla. Aún puedo apreciar la imagen misteriosa en su totalidad, aunque algunos puntos blancos en la esquina superior comienzan a llenarme de espanto.

Bogotá, viernes 9 de septiembre de 2011

Augusto Rendón nació en Medellín - Colombia, 2 de febrero de 1933). Especializado en pintura mural y grabado en la Academia de Bellas Artes (Florencia - Italia), fue profesor de plástica de la Universidad Nacional de Colombia. Su obra ha participado en diversas exposiciones entre las que destacamos: la Muestra de Artistas Latinoamericanos en Roma (1958), la Exposición Internacional de Grabado en Frenchen (Alemania, 1972) y la Bienal de Tokio (1962). Obtuvo dos veces el Primer Premio de Grabado en el Salón de Artistas Nacionales (Bogotá, 1963 y 1966), y el Premio Internacional de Arte sobre los Derechos Humanos (1968).


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